Neurotransmisores. Sustancias que permiten la comunicación entre las neuronas. Algunos ejemplos: adrenalina, oxitocina, serotonina (obsesión), dopamina, cortisol.
Corteza pre-frontal. Area cerebral por encima de la frente, a la que se le atribuyen sobre todo funciones relacionadas con el análisis, el juicio sobre las situaciones, la toma de decisiones.
Sistema límbico. Está formado por varias estructuras cerebrales complejas que se ubican por debajo de la corteza cerebral. Está involucrado, junto con otras estructuras más allá de sus límites, en la formación de la memoria, el control de las emociones, las motivaciones, diversos aspectos de la conducta, la iniciativa, la supervivencia del individuo y el aprendizaje.
Locus de control. a qué atribuye el sujeto lo que le sucede. Dependiendo de cómo sea se locus de control, la persona tiene un “estilo atributivo” que le caracteriza.
– Si el locus de control es interno, la persona asume que es capaz de tomar sus propias decisiones y tiene un margen para dirigir su vida, dentro de los condicionantes del ambiente. Se asocia al autogobierno, la responsabilidad, el ejercicio de la libertad.
– Si el locus de control es externo, la persona asume que lo que le sucede está determinado desde fuera (la suerte, el destino, la acción de otros) sobre los cuales tiene poco o ningún control. Cuando la persona atribuye siempre a causas externas las circunstancias de su vida, termina siendo pasiva, se des-responsabiliza, culpa a otros, no gestiona los asuntos que le corresponden.
Dinámicas amorosas. Las que se dan entre dos personas que se reconocen mutuamente como iguales en dignidad y se respetan. Desean su mutua compañía, se escuchan y se comunican, se ayudan a desarrollarse como personas.
Dinámicas destructivas. Las que se dan entre dos personas que no se reconocen mutuamente como iguales en dignidad, no se respetan, ejercen dominio-sumisión, indiferencia o destrucción del otro.
Madurez de la persona. Se conoce y se acepta, de modo que es capaz de desarrollar sus potencialidades. Combina la capacidad de tomar con un conocimiento del entorno que le permite gestionar los límites a esa libertad y tomar decisiones para dirigir su vida. Establece relaciones sanas y aprende a gestionar los conflictos de manera pacífica.
Condiciones de toda relación sana.
Estas “condiciones de la amistad”, y de cualquier tipo de relación, nos pueden servir como criterio para analizar nuestras relaciones humanas, y ver en qué podemos mejorarlas y sanearlas, también para el mundo digital. Están formuladas de manera negativa porque es mucho más fácil entender el perímetro de un área si señalas los límites.
- No forzar: la amistad y el amor no pueden ser obligados, impuestos, exigidos. O surgen libremente, o no son auténticos.
- No engañar: ser veraces y sinceros es básico para que haya confianza. Si mentimos sobre lo que somos, no hay amistad.
- No comprometer: no podemos divulgar las confidencias que el otro nos hace, dejándole en evidencia ante los demás: eso rompe la amistad.
- No ser egoísta: quien sólo exige y recibe sin dar nada, termina quedándose solo.
- No comprar ni prostituir: La otra persona, si se siente usada para otros fines,
sentirá frustración. Es importante amar al otro por lo que es y tal como es, en sí
mismo.
- No ilusionar vanamente: Si prometemos lo que no vamos a cumplir, pronto desilusionaremos al otro. La amistad auténtica se basa en la realidad.
- No ironizar: Quien ríe a costa del otro y lo hace quedar en ridículo ante sí mismo o ante los demás, será temido, pero no amado.
- No mandar ni dejarse mandar: La relación de amistad y de amor auténticos son entre iguales. No cabe la sumisión ni el dominio.
- No cazar ni dejarse cazar: Las relaciones posesivas y encerradas son agobiantes y terminan provocando mucha frustración y agresividad.
- Amar y dejarse amar: Tan importante como dar amor, es recibirlo. Dejarse amar requiere humildad. Amar y dejarse amar es una gran sabiduría.
Cultura es “conocimiento”, es cierto que habitualmente es presentada de manera limitada al reducirla a la expresión de ese conocimiento a través de la literatura, la pintura, la música o el arte en general, pero la cultura es mucho más. Matt Ridley (2004) destaca esa referencia sobre el conocimiento, es decir, en la conciencia de realidad que permite posicionarse ante ella, y define la cultura como la “capacidad de acumular ideas e inventos durante generaciones, de transmitirlas a los demás y así unificar los recursos cognitivos de la sociedad”. Insiste en que sólo puede ser consecuencia de una actividad humana en sociedad, es decir, de una interacción entre personas que de forma dinámica van incorporando o descartando nuevas ideas, al tiempo que mantienen o modifican algunas de las existentes. Todo ese proceso de transformación que trajo de la mano la cultura dio lugar a una serie de cambios materiales y éticos que incorporaron determinados valores y referencias a la hora de organizar a las personas y la forma de relacionarse, y de ese modo evitar y resolver los conflictos dentro de unos grupos de personas convivientes cada vez más numerosos. Estas nuevas referencias, entre ellas la ley, fueron aprovechadas por quienes tenían una mayor capacidad de influir en el proceso para crear una situación de poder estructural.
La cultura es androcéntrica porque han sido los hombres quienes han ocupado las posiciones de poder a lo largo de la historia para decidir qué ideas y referencias quedaban dentro del conocimiento que define la cultura y cuales no.
La cultura define la normalidad, no tiene que suceder nada especial ni tienen que intervenir elementos concretos para que los acontecimientos vengan definidos por esa perspectiva androcéntrica, porque el conocimiento común sobre el que se definen las identidades y se organizan las relaciones sociales ya es androcéntrico.
Por eso el machismo es cultura, no conducta. El machismo no se reduce a determinados comportamientos, comentarios, actitudes… que realizan algunos hombres en determinados momentos, el machismo es la normalidad que define la realidad que puede expresarse de maneras muy distintas, pero que sin necesidad de que ocurra nada ya ha creado toda una serie de ideas, valores, creencias, mitos, estereotipos, tradiciones, costumbres… que dan sentido a todo lo que ocurre en el día a día para responder ante esos acontecimientos de una forma u otra según el significado que se le otorgue a lo ocurrido. Una respuesta que puede ir desde la aceptación a la desconsideración, al reproche social o la sanción judicial.
La identidad surge de la interacción entre el componente cultural y el biológico para generar conciencia sobre la posición individual dentro de un contexto social, y un sentimiento de pertenencia a través de los elementos identitarios y de su expresión en convivencia.
La RAE define la identidad como la “conciencia de una persona de ser ella misma y distinta a las demás”. La identidad contiene dos elementos, un componente subjetivo, que es la forma de “ser ante sí mismo”, y un componente intersubjetivo, que es la propia reflexión que sitúa a la persona ante el grupo. En este caso se trata de “ser ante los demás” y se manifiesta a través de la “conciencia de ser lo que ella cree que las demás personas piensan que es ella”. No es lo que el resto de las personas piensan, sino lo que la propia persona cree que el resto piensa de ella.
Este componente inter-subjetivo condiciona el comportamiento y la conducta de manera más directa que el componente subjetivo, pues, en definitiva, las personas se comportan y actúan en gran medida buscando el reconocimiento y la aceptación de aquellas otras personas de su entorno que son importantes para ellas.
Los estereotipos son ideas o imágenes mentales aceptadas comúnmente por la sociedad sobre aquellas características que se creen propias, esperables y adecuadas a determinados grupos de personas. Es el marco para que las situaciones y las personas sean como se espera que sean, es decir, como “deben ser”.
La primera vez que se utilizó la palabra estereotipo fue en 1922, y lo hizo un periodista llamado Walter Lippman en su libro “Opinión Pública”. Los estereotipos son definidos como un “sistema de creencias, atributos y comportamientos que se piensa que son propios, esperables y adecuados a determinados grupos”,
Los estereotipos actúan como eslabones de la cadena que da continuidad y ata el futuro a la permanencia del pasado, al integrar el conocimiento transmitido dentro de un contexto de significado que condiciona la respuesta individual para hacer de cada una de las conductas y actitudes personales la respuesta social.
Por ejemplo, las mujeres deben desarrollar unas funciones esenciales como consecuencia de sus características biopsicológicas, ese es el mandato cultural. De manera que su identidad se desarrolla sobre el rol de madres, esposas y amas de casa, y lo hacen porque, además, esas características biológicas y psicológicas las llevan a actuar, a pensar y a desarrollar su afectividad de manera consecuente con esas funciones.
Con los hombres ocurre algo parecido, su fuerza, su capacidad de superación, su lucha, su competitividad, su inteligencia… los lleva a afrontar el reto de lo desconocido en lo público, a enfrentarse a otros hombres y a proteger a sus familias, por ello las mujeres y la familia deben permanecer en el hogar, que es donde él puede garantizar esa seguridad y protección.
La trampa de la cultura une el origen con el destino para que el desarrollo individual y social sea circular y pasa siempre por los mismos lugares y escenarios. La identidad de hombres y mujeres está tradicionalmente levantada sobre esas referencias que impiden que haya una escisión entre lo que la mujer debe hacer y lo que la mujer es, y entre lo que el hombre es y lo que debe hacer en nombre de su identidad.